Cuando éramos niños, los chicos querían ser doctores, policías, bomberos o astronautas… las niñas abogadas, biólogas marinas o profesoras. Pero también había quienes, deseaban ser “artistas” de la televisión, cantantes o periodistas que conducen noticiarios.
Ahora, como padres de familia, a más de uno de nosotros, nuestro hijo nos habrá dejado con cara póker, al declarar abiertamente que quiere ser youtuber, sí, youtuber. La mayoría seguramente habrá escuchado el término y es posible que alguno de nosotros se haya topado con el video de algún youtuber. Pero, ¿qué es eso exactamente? Bueno, se trata de celebridades surgidas en la era de las redes sociales. Son personas que comparten contenidos a través de la plataforma de YouTube y si logran reunir un buen número de suscriptores a su canal y visitas a sus videos, se convierten en influenciadores o influencers. Un youtuber exitoso puede obtener ganancias millonarias, pues sus dichos, preferencias, recomendaciones, comentarios y recetas, sobre prácticamente cualquier tema, son atendidos por sus millones de seguidores.
Regresando a los sueños de nuestra infancia, aparte de quienes expresaban su deseo de seguir una profesión u oficio, siempre hubo quien quería ser cantante, quien quería “salir en la tele”, pero eso era sueño lejano, era el equivalente al premio mayor en la lotería, era para personas especiales, afortunadas y marcadas por el destino para una vida de fama y fortuna.
Ahora la comunicación dejó de ser unidireccional y los consumidores de información y productos (antes pasivos y sin posibilidades de retroalimentar sobre lo que recibían) se convirtieron en prosumidores (palabra surgida de la unión de productor y consumidor), son individuos que no solo reciben y consumen, sino que lo hacen con una actitud crítica y pueden, libremente y a través de muchos canales, producir su propia información. Los youtubers son pues, una realidad surgida de estas nuevas reglas y por tanto cualquiera puede intentarlo, las posibilidades están abiertas para todos si son capaces de poner en juego una fórmula exitosa de creatividad e innovación.
Ahora bien, ¿qué está sucediendo en el imaginario de nuestros hijos cuando fijan sus sueños en ello? La Psicóloga Johana Karla Longines, coordinadora Psicología en UVM Campus Texcoco, explica que este deseo surge principalmente de lo que los chicos aprenden a su alrededor, así como de la empatía e identificación con lo que para ellos representan estas nuevas celebridades.
“La palabra mágica aquí es empatía, significa: lo que él vive, yo lo estoy viviendo, yo lo estoy sintiendo, tenemos la misma edad, conocemos las mismas cosas o vivimos las mismas cosas y de pronto, alguien como yo es capaz de hablar en la red sobre eso, lo que me genera emociones, me identifico con él. En psicología hay dos posturas: el yo real, el yo ideal, o ya sea que él y yo estemos compartiendo lo mismo o bien a mí me gustaría compartir lo mismo que a él. Es una cuestión de identificación”, explica la también docente.
Cuando éramos niños, recuerda, poníamos los pósters de nuestros artistas, actores y cantantes en nuestra habitación, era nuestro proceso de identificación con ellos. Ahora los niños y jóvenes siguen a un youtuber, un bloguero, porque se identifican con él o ella.
Según Hidalgo-Marí y Segarra-Saavedra en el artículo El fenómeno youtuber y su expansión transmedia. Análisis del empoderamiento juvenil en redes sociales, publicado en Fonseca: Jornal of communication, las redes ofrecen gratificadores como compañía, felicidad, diversión, vigilancia y relaciones sociales. Precisamente en el artículo citado, los autores analizan el empoderamiento de los jóvenes dentro de las redes sociales a través de YouTube, y cómo su triunfo en ellas, genera redes de trabajo y colaboración, capaces de crear marcas personales y de producir enormes ganancias económicas.
Aparte de tratar de comprender el porqué, lo que el deseo de nuestros hijos de ser youtubers implica para nosotros como familia, es que tenemos que entender las consecuencias que eso tiene. Puede ser solo algo pasajero, pero, de entrada, significa que tendría que abrir su canal y exponerse a la mirada y contacto con un número indeterminado de individuos. ¿lo dejamos hacerlo? ¿le negamos la autorización? ¿podemos impedir que abra su perfil?
Los peligros son la exposición prácticamente transparente de su persona física, de sus espacios más íntimos, como su habitación o su casa, de sus gustos y preferencias más genuinos, de su familia, sus horarios. Si llegara a tener éxito, puede incluso verse en la situación de tener que procesar una fama que no esperaba y no sabe cómo manejar, además de las posibilidades de ser víctima de los cada vez más cotidianos y feroces acosos masivos.
De manera que, si insiste en ese tema, es necesario hacer una reflexión junto con ellos sobre las repercusiones que podría tener en su vida iniciar una exposición tan abierta en las redes sociales. Puedes invitarlo a buscar juntos las noticias disponibles sobre las consecuencias que han vivido algunas personas por su exposición sin filtros en la red. La decisión está en cada quien, pero los chicos son nativos digitales y, naturalmente, tratar de impedir en forma absoluta su involucramiento en las redes sociales es una tarea muy difícil; la recomendación es buscar equilibrios, persuadirlos, informarles, hacerles conscientes de su poder de decisión y compartir con ellos los riesgos y las consecuencias. Tratemos de acompañarlos a cada paso de manera cercana y abriendo para ellos espacios de confianza. Recuerden que también es muy importante, no solo para esta disyuntiva sino en toda su formación, que los ayudemos a desarrollar su capacidad de discernir y a usar la información disponible a su alcance, para tomar decisiones inteligentes y razonadas.